lunes, 20 de abril de 2009

El secreto mejor guardado


Aquella noche, él le hizo la maleta a escondidas. Le metió un par de mudas para pasar la noche y algunos utensilios de higiene. Lo demás lo tenía todo ya previsto. También, por supuesto, hizo la suya propia, ya que él era el maestro de ceremonias en aquella ilusionante aventura. Ella, mientras, en el piso de abajo recogía la mesa después de una cena bastante romántica, con platos elaborados y velas para ambientar el comedor.

Él simuló tener sueño bastante más temprano de lo habitual y, ella, que le encantaba quedarse dormida junto a él y odiaba meterse en la cama cuando estaba ya dormido, se apresuró a meterse en la cama junto a él y abrigarse con el agradable calor que desprendía su cuerpo en aquella noche de duro invierno. Así, él, que sabía todo esto, había conseguido que ella se acostara temprano sin sospechar nada absolutamente.

A la mañana siguiente, bien temprano, él la despertó cariñosamente con las consiguientes quejas:
- ¿Estás loco? - le dijo - apenas son las seis de la mañana y hoy es sábado. Para un día que no tengo que levantarme temprano, me despiertas a esta hora.




Pero él insistió con dulces palabras:

- Venga, dormilona, que te tengo una sorpresa preparada.


Ella espabiló al oír aquella frase:

- ¿Una sorpresa?, ¿Cómo que una sorpresa?, ¿A las seis de la mañana?.

Él asintió y ella algo desconcertada y con bastante sueño logró levantarse de la cama y empezaron a arreglarse.


Al tiempo de salir él acercó las maletas al coche y ella no pudo más que sorprenderse por aquella rara actuación.

- Pero, ¿adonde vamos con las maletas? - dijo ella.

- Calla, que esa es la sorpresa - respondió él.


Ella se quedó pensativa y decidió dejarse llevar, ya que creyó que no le quedaba otra opción. Además le entusiasmaba la idea de una sorpresa secreta. Le intrigaba qué podía haber preparado esa persona tan poco detallista. Sin más, se subió al coche.


Él decidió ir por carreteras menos transitadas y conocidas para que ella no sospechara ni pudiera descubrir nada. Tardarían más, pero la cara de ella en el momento de descubrir la sorpresa preparada valía el extra de cansancio.


Por el camino pararon en una venta de carretera para tomar un buen desayuno, ya que el madrugón lo justificaba, así que al café lo acompañaron con una buena tostada con aceite y un buen jamón. Y después de reponer fuerzas siguieron carretera adelante.


Cuando él pensó que llegaban al destino, pararon un momento en un área de descanso y él le vendó los ojos a ella con una delicadeza extrema, cosa que ella agradeció, ya que bastante le incomodaba ya una venda en los ojos. Le podrían atar las manos para no poder tocar nada, pero nada de vendas en los ojos. Lo odiaba, se sentía desprotegida. Pero entendía que él había puesto mucho cariño en toda aquella historia y una vez más dejó que él decidiera por ella.


A medida que se acercaban, ella sentía aún más frío en aquella agitada mañana de invierno´y pensó que sería debido a los nervios por la incertidumbre y la sensación de no ver nada.

De pronto, sintió que el coche paraba y el motor se apagaba. ¿Al fin habrían llegado?. Él se bajó del coche para ayudarla sin quitarle la angustiosa venda. Ella, al bajar del coche, notó bajo los pies una sensación muy extraña. Sentía que pisaba algo desconocido para ella. Y él decidió quitarle la venda y esperar su reacción.


Se le llenaron los ojos de lágrimas por la emoción. Nunca antes había visto nada parecido más que en fotos o en televisión. Y se abrazó a él dándole las gracias por ese detalle tan generoso. Después de tantos años esperando, al fin había conseguido, gracias a él, poder disfrutar de algo con lo que había estado soñando durante mucho tiempo. Algo que desde pequeña deseaba conocer.


Frente a ella se mostraba un gran paisaje blanco lleno de nieve y un gran grupo de gente jugando en ella.: algunos hacían una guerra de bolas, otros un muñeco, otros se tiraban pendiente abajo con el trineo... y ella quería hacerlo todo a la vez.



Pero decidió dejarlo todo para más tarde y lo primero que hizo fue tumbarse en la nieve y comenzó a reír y llorar de emoción.

sábado, 11 de abril de 2009

El niño con el pijama de rayas


Me decía un amigo hace un tiempo, que se había leído el libro y había visto la película, que la película era bastante mala porque se saltaba cosas importantes del libro. Yo decidí abstenerme, ya que había leído el libro y no había visto la película, pero tenía en cuenta que para mi amigo el libro siempre es mejor que la película (en todos los casos), quizá ignorando casos como los de Stephen King y Kubrick respecto a "El resplandor".

El caso es que esta semana al fin he podido ver la película (malditos cines de mi ciudad) del best seller y tengo que decir que no me defraudó.


La película es correctísima y bastante entretenida, cosa que imagino que será lo que pretendía el director, ya que el libro tampoco da para más. Que se salta cosas importantes, pues claro, todas las adaptaciones de libros lo hacen, pero lo que no se incluye en la película y sí está en el libro son situaciones que no influyen en la trama, como por ejemplo la relación de la madre con el soldado que habitaba en la casa. En el film eso no se cuenta, pero no lo considero necesario para entender la historia, ya que además se cambia por otras escenas en las que deja bastante claro el punto de vista de la madre hacia lo que ocurre a su alrededor.

La película, al igual que el libro, no es una obra maestra, claro, pero consigue sorprender, sobre todo al que desconozca el argumento y, como he dicho antes, entretener.


Tiene algunas escenas que a mí me consiguieron emocionar, como cuando el judío mayordomo le cuenta al niño que en otra época era médico y el final de la película es bastante sobrecogedor, aunque el que se haya leído el libro seguramente no se verá muy sorprendido.


En cuanto a los actores, están bastante correctos. El niño Bruno tiene una cara de alemán que no puede con ella, por lo que está bien seleccionado el personaje, pero el niño judío, con su cara rechoncha y las orejas de pico no consiguieron meterme en el personaje. A Shmuel me lo imaginaba cuando leí el libro mucho más delgado y demacrado (estaba en un campo de concentración) de lo que aparece en la película, en la que el niño parece estar bien alimentado, aunque su personaje no pare de comer en todo el metraje.


En fin, una película que te hará pasar un buen rato (o malo, depende de tí), bastante fiel al libro (diga lo que diga mi amigo) y que no defraudará a nadie, salvo a los exigentes.