jueves, 16 de octubre de 2008

Sueños que matan


Se sentía muy a gusto en ese asiento. Le parecía cómodo a pesar del mucho tiempo que llevaba sentado en él. No sentía esa sensación de malestar al estar sentado en la misma postura durante más de una hora. Pero el cansancio había empezado a echarsele encima y cuando uno siente fatiga, el sillón más incómodo puede ser el mejor trono de un imperio.

Notó como le empezaban a pesar los párpados, pero él no quería dormirse, así que hizo un último esfuerzo por conseguir mantenerse despierto. Sentía que debía aguantar un poco más. No debía, tenía que aguantar un poco más. Pronto podría dormir tranquilamente en aquella cama que tan buenos ratos le había proporcionado.

La música que oía de fondo le resultaba agradable, a pesar de que hacía tiempo que había dejado de atenderla. Últimamente le parecía esa música que ponían por la radio un poco más monótona de la cuenta. Esa emisora le había acompañado durante muchas horas en el pasado, y seguía haciéndolo, a pesar de que ya no conseguía entretenerle como antes.

De pronto, notó cómo los párpados se le bajaban una vez más, pero esta fué la definitiva, no consiguió aguantar más y se dejó vencer por el sueño. Nunca más pudo volver a abrirlos...


Al poco tiempo, una llamada de teléfono alertó a la operadora empleada en urgencias. Ésta ordenó a una ambulancia que se dirigiera lo más rápido posible al punto exacto de la carretera indicada.

Los médicos no puedieron hacer nada por él. Al parecer, las horas seguidas conduciendo habían conseguido vencer el sueño de aquel hombre. No pudo aguantar más. Ese sueño fué el sueño definitivo. Si hubiera parado en la estación de servicio anterior...

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