martes, 4 de noviembre de 2008

Amor no correspondido


Encendió el último cigarrillo de su paquete de tabaco mientras la esperaba tumbado en la cama. Ella permanecía en el cuarto de baño terminando de arreglarse para la ocasión. Una luz tenue iluminaba la habitación. Ese ambiente creado le relajaba. Le hacía sentirse mejor que en otras ocasiones, más cómodo. Mientras el humo del cigarro subía dibujando formas nunca antes inventadas, él permanecía tumbado un poco impaciente por la tardanza de aquella mujer.

De pronto se abrió la puerta del baño. Apareció ella vestida con un corto vestido. Era uno de esos vestidos casi transparentes, pero que ocultaban lo suficiente como para tener que imaginarte el resto que no se ve. La habitación se llenó del perfume que se había puesto. Era un olor a rosas muy intenso. El que usaba frecuentemente cada vez que quedaba con ella, ya que sabía que a él le gustaba.

- ¿Prefieres que te desnude yo esta vez? - preguntó ella con tranquilidad.

- Sí, lo prefiero. Hoy estoy algo cansado y me excita más que lo hagas tú.- respondió con la confianza habitual.

Ella se acercó sinuosamente y empezó a quitarle el pantalón de color gris que llevaba ese día para trabajar en la oficina. Él se dejaba confiadamente. Sabía el proceso a seguir, ya que lo habían repetido muchas veces.


Pronto comenzaron a besarse y a abrazarse. La excitación subía por momentos e hicieron el amor como nunca lo habían hecho antes. Al menos eso le pareció a él. Ella en cambio se quedó como de piedra. Se levantó y volvió a entrar en el baño para volver a arreglarse.

Él comenzó a vestirse poco a poco pensando en que una vez más había vuelto a fallar. De repente le entraron unos remordimientos que le quemaban por dentro. Pero eso no le preocupaba. No era la primera vez que se sentía así, sucio y traidor. Una vez que había terminado de vestirse, se metió las manos en el bolsillo y cogió la cartera de piel en la que guardaba sus cosas. Sacó un billete de 100 euros y lo dejó encima de la mesilla de noche. Era más de lo que le debía por el servicio prestado, pero él siempre había sido generoso con ella. Luego se volvió y salió de la habitación sin despedirse de ella. Tenía prisa, su mujer y su hija le esperaban en casa para cenar.

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