- ¿Prefieres que te desnude yo esta vez? - preguntó ella con tranquilidad.
- Sí, lo prefiero. Hoy estoy algo cansado y me excita más que lo hagas tú.- respondió con la confianza habitual.
Ella se acercó sinuosamente y empezó a quitarle el pantalón de color gris que llevaba ese día para trabajar en la oficina. Él se dejaba confiadamente. Sabía el proceso a seguir, ya que lo habían repetido muchas veces.
Pronto comenzaron a besarse y a abrazarse. La excitación subía por momentos e hicieron el amor como nunca lo habían hecho antes. Al menos eso le pareció a él. Ella en cambio se quedó como de piedra. Se levantó y volvió a entrar en el baño para volver a arreglarse.
Él comenzó a vestirse poco a poco pensando en que una vez más había vuelto a fallar. De repente le entraron unos remordimientos que le quemaban por dentro. Pero eso no le preocupaba. No era la primera vez que se sentía así, sucio y traidor. Una vez que había terminado de vestirse, se metió las manos en el bolsillo y cogió la cartera de piel en la que guardaba sus cosas. Sacó un billete de 100 euros y lo dejó encima de la mesilla de noche. Era más de lo que le debía por el servicio prestado, pero él siempre había sido generoso con ella. Luego se volvió y salió de la habitación sin despedirse de ella. Tenía prisa, su mujer y su hija le esperaban en casa para cenar.
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